sábado, octubre 22, 2011

Desierto
por Luciano Doti
El desierto es una enorme extensión de tierra. Una superficie plana, reseca y resquebrajada que se extiende hasta la línea del horizonte; allí, donde se funden suelo y cielo, lo material y lo absoluto. El viento sopla infatigable, eterno, corrompe las rocas y sigue soplando. El polvo vuela libre, se eleva, para luego caer. Es un paisaje monótono, de cosas sin vida; para ellas el tiempo transcurre más lento; la erosión de una roca puede durar siglos, dado que la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma. Los únicos que alteran esa monotonía son algunos coyotes e iguanas que, sorteando cactus, atraviesan el territorio desafiando al viento. Durante el día, observo todo desde la ventana del rancho en el que estoy parando junto a Maggie. Escribo este relato mientras Febo, con su calor abrasador, castiga a todo lo que encuentra a su paso por el campo. La puesta del sol es un espectáculo único: Maggie y yo salimos afuera, y nos sentamos en silencio a contemplar como el disco de fuego se oculta en el oeste, a medida que una brisa de aire, todavía cálido, trae la oscuridad. Es ése la clase de momento en el que uno se reencuentra consigo mismo, lejos del mundanal ruido, y cerca, muy cerca, de Lo Absoluto.

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