miércoles, septiembre 16, 2015

Nada dura para siempre

por Luciano Doti, Marcelo Sosa & Ada Inés Lerner

Los tortolitos, todavía huyendo del marido cornudo, se refugiaron en un hostal viejo, casi derruido, un poco lamiéndose las heridas que él les había infligido, pero gozosos de estos momentos de placer, más bien lujuria, que les deparaba la soledad. Nada dura para siempre, dice la canción, y resultó que el esposo engañado, para tratarlo con respeto, tenía un amigo de un amigo del hermano de un comisario que había pasado por la misma humillación y decidió tomar cartas en el asunto. El policía se apersonó en ese hotel y solicitó hablar con el amante de la señora adúltera. En realidad, era ella la que cometía la infidelidad, la falta al matrimonio, aunque en la mentalidad machista del comisario, un hombre sólo podía hablar con otro hombre. Era él el que se había llevado una hembra que no le pertenecía; ni hablar del hecho de que ella había dado su consentimiento: la voluntad de una mujer casada no valía nada. La charla giró en torno a asuntos pasados, imposibles de rectificar. El daño ya había sido hecho, nada podía hacerse para reparar el honor del marido engañado. Ademanes, gritos, contoneos nerviosos y pitadas de cigarros negros se sucedieron en una coreografía infernal que fue caldeando los ánimos hasta que todo se llenó de electricidad. Tres disparos al amante y siete a la infiel fue el saldo de esta excitante aventura siniestra, que mientras duró, los había hecho sentir tan vivos.

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martes, septiembre 01, 2015

La reina Lupita

por Luciano Doti

Los pibes del lugar habían oído que a esa chica, que iba ahí algunos fines de semana, le decían “Lupita”. Además, se habían tomado la molestia de averiguar que no se llamaba Guadalupe. De allí que naciera en ellos la inquietud de querer saber por qué la apodaban así. Como en pago chico el infierno es grande, por rumores supieron que tenía que ver con una antigua reina llamada Lupa. Eso los llevó a guglearla, y entonces conocieron su leyenda y el significado de ese nombre que en latín quiere decir “loba”.
A partir de ese momento, comenzó a gestarse una nueva leyenda, la de Lupita. Esa nueva leyenda venía con diferentes versiones según quién fuera el narrador. En una de ellas, Lupita era una lobisona que en las noches de luna llena erraba por el bosque lindero a su casa, matando y devorando a sus víctimas. Ésa era la que más gustaba a los pibes.
Una noche de plenilunio, en que Lupita había llegado a pasar el fin de semana con unos amigos de la ciudad, los pibes se acercaron a la casa del bosque esperando ver algo. Lo que vieron no fue lo que habían imaginado, pero era incluso más gratificante: Lupita participaba de un bacanal junto a sus amigos bajo la luz de la luna; montada sobre uno de ellos, se movía y aullaba como una loba en celo. Los pibes recordaron lo que habían leído sobre la palabra “lupa”: que de ella también deriva “lupanar”.

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